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¿Es cierto eso de que la belleza está en los ojos del que mira? ¿Por qué nos gustan las cosas? ¿Por qué dejan de gustarnos? ¿Y por qué vuelven a gustarnos de nuevo?

Si has tenido una página en MySpace (o incluso algo colgado en Geocities) seguro que te sonrojas al recordar semejante despropósito de colores chillones, contrastes imposibles y sobredosis de GIFs demasiado animados… Y, sin embargo, hoy nadie se resiste a juguetear con esos mismos GIFs para adornar sus stories o contestar en cualquier chat. Las combinaciones imposibles de colores se hacen fuertes en el branding de empresas que cotizan en bolsa y el brutalismo campa a sus anchas en no pocas webs.

¿Dónde plantamos la fina y difusa línea que separa el feismo de un “homenaje al pasado”? Más intrigante aún, ¿en qué momento decidimos que preferíamos ser provocadores o estar a la moda antes que hacer productos cómodos y usables? ¿Es mejor que hablen de nuestra web por nuestra estridente combinación de colores o porque cumplimos con todos los criterios de accesibilidad? ¿Y son incompatibles todas estas cosas entre sí?

Cuando acabe la charla, saldrás con una idea más clara de por qué nos atraen (o no) las cosas y qué puedes hacer para que cuando alguien vea uno de tus proyectos no te diga “¡cómo se nota que eres desarrollador!”.